- ¿Cómo se reflejan en el ajedrez los nuevos conceptos sociales y culturales?
Por ejemplo, ¿cómo cambiaron el juego las teorías de Freud sobre el inconsciente?
La teoría del ajedrez tomó forma en el tiempo de la física y la matemática
clásicas, y fue introducida por el primer campeón mundial,
Steinitz. En esa época se creía que una teoría universal podría dar respuesta a todas las preguntas, y Steinitz promovía esa noción en el ajedrez. Su sucesor,
Lasker, tuvo un estilo distinto: en vez de hacer la mejor jugada, hacía la mejor jugada
contra ese adversario. El acento no estaba en la verdad última, sino en jugar contra un
rival; el valor de cada movimiento era relativo. Lasker introdujo el elemento psicológico.
Hoy, los jugadores jóvenes dan por sentado que tienen que considerarlo.
- ¿Las decisiones, en el ajedrez actual, se toman en forma más automática?
Jugamos ajedrez rápido y, muchas veces, por Internet. Además, la computadora es
un componente de la preparación. Cuando era niño tenía pocos libros a mi alcance y
cada ejemplar era un tesoro que leía con avidez; había que esforzarse para encontrar información.
Ahora, con un click del mouse se accede a millones de partidas. Con tanta
información tenemos un problema logístico diferente: ¿cómo diferenciar lo valioso
de lo que no aporta nada, lo falso de lo auténtico?
- ¿Qué se incorpora y qué se ignora?
Una interesante paradoja es que antes teníamos menos información y más tiempo
para decidir, y hoy tenemos más información y menos tiempo. De hecho, soportamos
mayor presión. El gran peligro en nuestra época es que muchos dirigentes confían en
que encontrarán una respuesta y no toman la iniciativa, no quieren asumir el riesgo de
decidir. Pero, al final del día, somos nosotros y no las computadoras los que tomamos decisiones.
Si usted quiere triunfar debe aprender a no dejarse aplastar por la información.
Creo que muchos quedan sepultados bajo el huracán de datos.
- ¿Cómo evitarlo?
No hay una receta universal. Primero, uno debe entender que la computadora no es
un dispositivo que lo hará feliz con respuestas precocidas; sólo brinda información. Segundo,
uno debe diseñar su propia fórmula para aceptar o rechazar información. Para
trabajar con lo que nos rodea y ajustar nuestra propia fórmula de toma de decisiones,
es muy importante reconocer nuestras fortalezas y debilidades. Me entristece escuchar
los típicos discursos de autoayuda, que apuntan por igual, cuando en realidad cada persona
es excepcional. Algunos se sienten más cómodos con los datos; otros, como yo, son
más intuitivos. Algunos son más pacientes, pueden esperar todo el tiempo del mundo;
otros son más impacientes. No creo que la paciencia, la impaciencia, la objetividad y la
intuición sean buenas o malas en sí mismas. Son componentes. Antes de decidir, uno
debe analizar los componentes de su mecanismo de toma de decisiones. Anatoli Karpov
tenía un estilo no diría defensivo pero sí cuidadoso. Era un genio para obtener el
máximo efecto con los mínimos recursos. Yo era más agresivo. Podía barrer a mis rivales
con los ataques. A mí no me gustan los detalles; prefiero captar el panorama global,
y reconocer cómo puedo compensar la pérdida de material con calidad o tiempo, o a la
inversa.
- ¿Material, tiempo y calidad?
Estoy trabajando en un libro en el que desarrollo una teoría según la cual los tres elementos
esenciales del mecanismo de decisión son el material, el tiempo y la calidad. Lo
más complicado es la calidad: en ajedrez puede ser la estructura de peones, el espacio o
las piezas activas; en la vida, la calidad se manifiesta de muchas formas. El material es
obvio. Y el tiempo es operativo: tiempo versus dinero, tiempo a cambio de material. Pero
la calidad implica diversos elementos, y mucha gente no sabe cómo insertarla en su escala
de valuación. Al elegir, comparamos. Cuando optamos entre invertir en una nueva
casa o enviar a nuestros hijos a la universidad también entra en juego la calidad, aunque
no seamos conscientes de ello. En definitiva, siempre se trata de ajustar la estrategia en términos
de material, tiempo y calidad.
- Usted mencionó que es intuitivo. No resulta muy evidente que la intuición, en un juego racional
como el ajedrez, sea una buena guía a la hora de decidir jugadas.
Le daré un ejemplo. En la séptima partida del campeonato mundial de 1894 entre
el campeón Steinitz, de 57 años, y el joven retador alemán Lasker, de 25, el enfrentamiento
iba parejo. Lasker, que llevaba las blancas, había hecho un juego fuerte en la apertura
y, tras algunas complicaciones, tuvo que sacrificar dos peones. Hoy nadie se
sorprendería si un gran maestro abandona la partida en circunstancias tan desfavorables.
Pero Lasker no lo hizo. Fue aun más agresivo, tratando de complicar las cosas y sacrificó otra pieza en un ataque que Steinitz no entendió. El campeón fracasó. La interpretación
fue que el viejo campeón ya no era el mismo, y que se había desmoronado
debido a su edad, no a la calidad. Sin embargo, cuando analicé la partida en profundidad
con ayuda de una computadora, descubrí otra cosa. Es cierto que Steinitz
había estado en una posición ganadora, pero se había equivocado en una etapa anterior.
Cuando Lasker sacrificó la pieza, el campeón ya estaba perdiendo. Lo interesante
es que Lasker hizo las mejores jugadas posibles. No las podría haber calculado; su intuición
lo guió en la dirección correcta. Para mí es una buena demostración de que, si
confiamos en nuestra intuición, obtendremos mejores resultados. Cada vez que repaso
las partidas de los grandes campeones descubro que, bajo presión, eran más eficaces.
En situaciones de presión nuestros sentidos se alertan. En momentos de calma tendemos
a relajarnos y perdemos algunos elementos vitales para evaluar correctamente
una situación.
- ¿La intuición es algo innato o se puede adquirir?
Todos tenemos intuición, pero hay que usarla más a menudo. Es como un músculo que
debe ejercitarse. Uno no se guía por la intuición si no posee confianza en sí mismo. Es
tarea nuestra aprender a confiar en la intuición.
Desarrollar la confianza tiene que ver con animarse a actuar sin miedo a equivocarse, que es
algo que usted recomienda en sus charlas.
Lo que recomiendo no es equivocarse a propósito, desde luego, sino aceptar la posibilidad
de cometer errores. Muchos temen equivocarse y eso les impide avanzar. El
miedo se presenta de diversas formas en la toma de decisiones: como miedo a equivocarse,
miedo al cambio, a lo desconocido, a dañar a los seres queridos... Pero, dado que
habrá errores, es mejor prepararse psicológicamente y sentirse cómodo con la idea de
que uno alguna vez se equivocará. Cuando supere ese temor, podrá aprender de sus errores
y su carrera no se detendrá. Creo que el mayor problema de Bobby Fischer luego
de consagrarse campeón mundial en 1972 fue el miedo a perder. Ahí la vida se detiene.
La gente siempre teme equivocarse, pero si reconoce ese miedo puede ser más objetiva
y darse cuenta cuando está a punto de cometer un error. De ese modo la persona
libera energía, no está congelada, tiene un punto de vista más amplio.
- Las computadoras no comparten ese temor. Cuando se enfrentan el hombre y la máquina,¿qué
es superior, una buena estrategia o la gran potencia de cálculo?
La estrategia es superior a la fuerza bruta del cálculo. El cálculo y la investigación pueden
respaldar la estrategia, pero no reemplazarla. En 2003 jugué contra uno de los mejores
programas de ajedrez del momento, el X3D. En la segunda partida, venía de una
derrota estrepitosa. Como quería reencontrar mi juego, me esforcé al máximo por recuperarme.
Tenía las piezas blancas y traté de crear una posición cerrada, porque estas
posiciones le dan pocas posibilidades a la máquina de usar la potencia del cálculo. Yo pensaba
a largo plazo, usaba una estrategia. La máquina no entendía lo que pasaba ni percibía
mi plan. Lo interesante es que la máquina jugaba mejor que muchos buenos ajedrecistas,
pero cualquiera de ellos podía darse cuenta de que la posición de la máquina empeoraba.
Sólo lo reconoció cuando era demasiado tarde y, apenas algunas jugadas después,
los programadores renunciaron porque no querían sufrir una humillación mayor.
- ¿Cómo se preparaba para las competencias?
Buscaba información; nuevas ideas, nuevas aperturas. Estudiaba el juego del oponente
y trataba de pensar en cosas que lo incomodaran. Es un enfoque mixto. Hacia el
final de mi carrera, el elemento computacional se volvió más importante. Cada semana
surgían nuevas ideas, cosa que hoy sucede a diario. Hace 20 años, en cambio, uno
tenía una gran idea y podía trabajarla durante algunos meses, jugarla, y en un par de
meses volverla a jugar para derrotar a otro rival. Hoy, cuando surge una buena idea para
una apertura, en menos de 24 horas está en Internet. Las buenas ideas se convirtieron
en propiedad común, y eso nos obliga a ser más creativos. Como señalaba antes, hay
que tomar decisiones más rápido. Pero otra paradoja es que la mayor cantidad de información
tiende a reducir la creatividad, porque uno se apoya en los datos. Además,
todos tratan de tener buenas ideas y las buenas ideas sólo funcionarán una vez, de modo
que hay que ser más creativo. La creatividad juega un papel muy importante, porque
es lo único que marca una diferencia. Antes había diferentes niveles de acceso a la información;
hoy todo es más parejo. Casi todos consiguen el mismo hardware; la diferencia
está en el software. Por eso, la creatividad, el coraje, la intuición, la capacidad
de adaptación, son cosas que se están tornando más importantes. Creo que es tiempo
de hablar más sobre psicología, porque el mecanismo de toma de decisiones es mucho
más importante que la información.