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Psicología del Deporte
Autor: Gustavo Maure

Cada vez que repaso las partidas de los grandes campeones descubro que, bajo presión, eran más eficaces.

TOMA DE DECISIONES
GARRY KASPAROV se convirtió en el campeón mundial de ajedrez más joven de la historia a los 22 años, en 1985, y defendió su título durante los 15 años siguientes. Sus legendarias partidas contra Anatoli Karpov, el campeón anterior, y contra la computadora Deep Blue, de IBM, trascendieron el ámbito del ajedrez y contribuyeron a difundir el juego entre audiencias no tradicionales. Muchos lo consideran el mejor ajedrecista de todos los tiempos por su capacidad para desplegar tanto un juego ofensivo —su estilo característico— como defensivo. Desde 1991 es columnista del Wall Street Journal y actualmente, ya retirado del circuito profesional de ajedrez, recorre el mundo como disertante, enfocado en la problemática de la Rusia actual y en su reclamo de que el mundo gane en visión estratégica.

Visión estratégica

Enmarcado por un tiempo y un espacio propios, todo juego crea, con sus reglas, un orden en el mundo imperfecto y confuso. Juego estratégico por excelencia, el ajedrez es una confrontación en la que el ganador demuestra haber tenido una mejor “visión” que su contrincante, y los grandes jugadores son capaces de anticipar mentalmente los mejores caminos posibles hacia un desenlace victorioso.

“En un sistema matemáticamente finito se puede calcular todo, pero el ajedrez es demasiado grande para eso”, explica Garry Kasparov durante una entrevista exclusiva concedida en Madrid. “Hay un gran alentendido acerca de la naturaleza del juego de ajedrez —continúa—. Para la matemática el juego es finito, pero para nosotros, los seres humanos, el ajedrez es un juego matemáticamente infinito. El número de posiciones, es decir la suma de todas las posiciones posibles, contiene 45 ceros. Creo que es suficiente como para considerarlo matemáticamente infinito.”

Kasparov se entusiasma, eleva su voz grave y mueve los brazos con gestos amplios. Su actitud cambia cuando escucha. Parece acorazarse, entrecierra los ojos y mira a través de las pestañas. La inmovilidad es total y la atención intensa. Capta las preguntas antes de que terminen de formularse y arremete con las respuestas. Más que un temperamento manso, templado por las horas frente al tablero, el apodado “ogro de Bakú” (su ciudad natal, en Azerbaiyán) muestra pasión, sobre todo al referirse a los grandes innovadores del ajedrez, aunque también se apasiona cuando ahonda en los elementos fundamentales para la toma de decisiones y cuando menciona los desafíos que tiene por delante.


Aquí se enfrenta a la computadora Deep Blue, de IBM

- Hace tiempo que usted trabaja en una colección de libros en los que vincula la evolución del ajedrez con las ideas científicas y sociales de cada época.

En cierta medida, los cambios en el juego reflejan los cambios en la sociedad. Los nuevos conceptos están en consonancia con las ideas sociales y culturales predominantes en su época. No es casual que el primer campeón mundial de ajedrez, Wilhelm Steinitz, quien introdujo conceptos revolucionarios en el juego en la segunda mitad del siglo XIX, tuviera un pensamiento alineado con la ciencia tradicional, y que su sucesor, Emanuel Lasker, contemporáneo de Einstein y de Freud, creyera en la relatividad y en la psicología. En los cinco volúmenes que llevo escritos, muestro la interconexión entre las nuevas ideas presentadas por mis grandes antecesores y su época.

- ¿Cómo se reflejan en el ajedrez los nuevos conceptos sociales y culturales?

Por ejemplo, ¿cómo cambiaron el juego las teorías de Freud sobre el inconsciente? La teoría del ajedrez tomó forma en el tiempo de la física y la matemática clásicas, y fue introducida por el primer campeón mundial, Steinitz. En esa época se creía que una teoría universal podría dar respuesta a todas las preguntas, y Steinitz promovía esa noción en el ajedrez. Su sucesor, Lasker, tuvo un estilo distinto: en vez de hacer la mejor jugada, hacía la mejor jugada contra ese adversario. El acento no estaba en la verdad última, sino en jugar contra un rival; el valor de cada movimiento era relativo. Lasker introdujo el elemento psicológico. Hoy, los jugadores jóvenes dan por sentado que tienen que considerarlo.

- ¿Las decisiones, en el ajedrez actual, se toman en forma más automática?

Jugamos ajedrez rápido y, muchas veces, por Internet. Además, la computadora es un componente de la preparación. Cuando era niño tenía pocos libros a mi alcance y cada ejemplar era un tesoro que leía con avidez; había que esforzarse para encontrar información.
Ahora, con un click del mouse se accede a millones de partidas. Con tanta información tenemos un problema logístico diferente: ¿cómo diferenciar lo valioso de lo que no aporta nada, lo falso de lo auténtico?

- ¿Qué se incorpora y qué se ignora?

Una interesante paradoja es que antes teníamos menos información y más tiempo para decidir, y hoy tenemos más información y menos tiempo. De hecho, soportamos mayor presión. El gran peligro en nuestra época es que muchos dirigentes confían en que encontrarán una respuesta y no toman la iniciativa, no quieren asumir el riesgo de decidir. Pero, al final del día, somos nosotros y no las computadoras los que tomamos decisiones.
Si usted quiere triunfar debe aprender a no dejarse aplastar por la información. Creo que muchos quedan sepultados bajo el huracán de datos.

- ¿Cómo evitarlo?

No hay una receta universal. Primero, uno debe entender que la computadora no es un dispositivo que lo hará feliz con respuestas precocidas; sólo brinda información. Segundo, uno debe diseñar su propia fórmula para aceptar o rechazar información. Para trabajar con lo que nos rodea y ajustar nuestra propia fórmula de toma de decisiones, es muy importante reconocer nuestras fortalezas y debilidades. Me entristece escuchar los típicos discursos de autoayuda, que apuntan por igual, cuando en realidad cada persona es excepcional. Algunos se sienten más cómodos con los datos; otros, como yo, son más intuitivos. Algunos son más pacientes, pueden esperar todo el tiempo del mundo; otros son más impacientes. No creo que la paciencia, la impaciencia, la objetividad y la intuición sean buenas o malas en sí mismas. Son componentes. Antes de decidir, uno debe analizar los componentes de su mecanismo de toma de decisiones. Anatoli Karpov tenía un estilo no diría defensivo pero sí cuidadoso. Era un genio para obtener el máximo efecto con los mínimos recursos. Yo era más agresivo. Podía barrer a mis rivales con los ataques. A mí no me gustan los detalles; prefiero captar el panorama global, y reconocer cómo puedo compensar la pérdida de material con calidad o tiempo, o a la inversa.

- ¿Material, tiempo y calidad?

Estoy trabajando en un libro en el que desarrollo una teoría según la cual los tres elementos esenciales del mecanismo de decisión son el material, el tiempo y la calidad. Lo más complicado es la calidad: en ajedrez puede ser la estructura de peones, el espacio o las piezas activas; en la vida, la calidad se manifiesta de muchas formas. El material es obvio. Y el tiempo es operativo: tiempo versus dinero, tiempo a cambio de material. Pero la calidad implica diversos elementos, y mucha gente no sabe cómo insertarla en su escala de valuación. Al elegir, comparamos. Cuando optamos entre invertir en una nueva casa o enviar a nuestros hijos a la universidad también entra en juego la calidad, aunque no seamos conscientes de ello. En definitiva, siempre se trata de ajustar la estrategia en términos de material, tiempo y calidad.

- Usted mencionó que es intuitivo. No resulta muy evidente que la intuición, en un juego racional como el ajedrez, sea una buena guía a la hora de decidir jugadas.

Le daré un ejemplo. En la séptima partida del campeonato mundial de 1894 entre el campeón Steinitz, de 57 años, y el joven retador alemán Lasker, de 25, el enfrentamiento iba parejo. Lasker, que llevaba las blancas, había hecho un juego fuerte en la apertura y, tras algunas complicaciones, tuvo que sacrificar dos peones. Hoy nadie se sorprendería si un gran maestro abandona la partida en circunstancias tan desfavorables.
Pero Lasker no lo hizo. Fue aun más agresivo, tratando de complicar las cosas y sacrificó otra pieza en un ataque que Steinitz no entendió. El campeón fracasó. La interpretación fue que el viejo campeón ya no era el mismo, y que se había desmoronado debido a su edad, no a la calidad. Sin embargo, cuando analicé la partida en profundidad con ayuda de una computadora, descubrí otra cosa. Es cierto que Steinitz había estado en una posición ganadora, pero se había equivocado en una etapa anterior.
Cuando Lasker sacrificó la pieza, el campeón ya estaba perdiendo. Lo interesante es que Lasker hizo las mejores jugadas posibles. No las podría haber calculado; su intuición lo guió en la dirección correcta. Para mí es una buena demostración de que, si confiamos en nuestra intuición, obtendremos mejores resultados. Cada vez que repaso las partidas de los grandes campeones descubro que, bajo presión, eran más eficaces.
En situaciones de presión nuestros sentidos se alertan. En momentos de calma tendemos a relajarnos y perdemos algunos elementos vitales para evaluar correctamente una situación.

- ¿La intuición es algo innato o se puede adquirir?

Todos tenemos intuición, pero hay que usarla más a menudo. Es como un músculo que debe ejercitarse. Uno no se guía por la intuición si no posee confianza en sí mismo. Es tarea nuestra aprender a confiar en la intuición.
Desarrollar la confianza tiene que ver con animarse a actuar sin miedo a equivocarse, que es algo que usted recomienda en sus charlas.
Lo que recomiendo no es equivocarse a propósito, desde luego, sino aceptar la posibilidad de cometer errores. Muchos temen equivocarse y eso les impide avanzar. El miedo se presenta de diversas formas en la toma de decisiones: como miedo a equivocarse, miedo al cambio, a lo desconocido, a dañar a los seres queridos... Pero, dado que habrá errores, es mejor prepararse psicológicamente y sentirse cómodo con la idea de que uno alguna vez se equivocará. Cuando supere ese temor, podrá aprender de sus errores y su carrera no se detendrá. Creo que el mayor problema de Bobby Fischer luego de consagrarse campeón mundial en 1972 fue el miedo a perder. Ahí la vida se detiene.
La gente siempre teme equivocarse, pero si reconoce ese miedo puede ser más objetiva y darse cuenta cuando está a punto de cometer un error. De ese modo la persona libera energía, no está congelada, tiene un punto de vista más amplio.

- Las computadoras no comparten ese temor. Cuando se enfrentan el hombre y la máquina,¿qué es superior, una buena estrategia o la gran potencia de cálculo?

La estrategia es superior a la fuerza bruta del cálculo. El cálculo y la investigación pueden respaldar la estrategia, pero no reemplazarla. En 2003 jugué contra uno de los mejores programas de ajedrez del momento, el X3D. En la segunda partida, venía de una derrota estrepitosa. Como quería reencontrar mi juego, me esforcé al máximo por recuperarme. Tenía las piezas blancas y traté de crear una posición cerrada, porque estas posiciones le dan pocas posibilidades a la máquina de usar la potencia del cálculo. Yo pensaba a largo plazo, usaba una estrategia. La máquina no entendía lo que pasaba ni percibía mi plan. Lo interesante es que la máquina jugaba mejor que muchos buenos ajedrecistas, pero cualquiera de ellos podía darse cuenta de que la posición de la máquina empeoraba.
Sólo lo reconoció cuando era demasiado tarde y, apenas algunas jugadas después, los programadores renunciaron porque no querían sufrir una humillación mayor.

- ¿Cómo se preparaba para las competencias?

Buscaba información; nuevas ideas, nuevas aperturas. Estudiaba el juego del oponente y trataba de pensar en cosas que lo incomodaran. Es un enfoque mixto. Hacia el final de mi carrera, el elemento computacional se volvió más importante. Cada semana surgían nuevas ideas, cosa que hoy sucede a diario. Hace 20 años, en cambio, uno tenía una gran idea y podía trabajarla durante algunos meses, jugarla, y en un par de meses volverla a jugar para derrotar a otro rival. Hoy, cuando surge una buena idea para una apertura, en menos de 24 horas está en Internet. Las buenas ideas se convirtieron en propiedad común, y eso nos obliga a ser más creativos. Como señalaba antes, hay que tomar decisiones más rápido. Pero otra paradoja es que la mayor cantidad de información tiende a reducir la creatividad, porque uno se apoya en los datos. Además, todos tratan de tener buenas ideas y las buenas ideas sólo funcionarán una vez, de modo que hay que ser más creativo. La creatividad juega un papel muy importante, porque es lo único que marca una diferencia. Antes había diferentes niveles de acceso a la información; hoy todo es más parejo. Casi todos consiguen el mismo hardware; la diferencia está en el software. Por eso, la creatividad, el coraje, la intuición, la capacidad de adaptación, son cosas que se están tornando más importantes. Creo que es tiempo de hablar más sobre psicología, porque el mecanismo de toma de decisiones es mucho más importante que la información.

- ¿Se entrenó con psicólogos?

No cursé estudios en psicología ni trabajé sistemáticamente con psicólogos; pero, si uno juega ajedrez, se involucra todo el tiempo en toma de decisiones, y es por eso que debe aprender algo de psicología.

- ¿Qué lecciones del ajedrez suele aplicar en su vida cotidiana?

Una de las más importantes fue aprender a ser objetivo. Por eso pude permanecer tanto tiempo en la cima. No me avergoncé de mis errores ni de aprender de los más jóvenes.
Para mí la verdad última era la más importante y, si me daba cuenta de que me había equivocado, no dudaba en reconocerlo, primero ante mí mismo y luego ante los demás. Actualmente, en mi actividad política en Rusia estoy envuelto en un juego sin reglas o, mejor dicho, con una sola regla, y es que mis oponentes del Kremlin cambian las reglas según su conveniencia. Saber que ésta es, precisamente, la regla, nos permite darnos el lujo de formular una estrategia de largo plazo. Estrategia es supervivencia táctica y es diseñar planes alineados con el potencial personal.


Kasparov, "Ajedrez clásico",en 1999, en Fráncfort , Alemania

- ¿Por qué dejó de competir?

Tenía otras cosas que hacer. Para mí, la vida tiene que ver con marcar una diferencia. Así lo hice en el ajedrez durante 25 años. Ahora creo que mi experiencia, mi energía y mis recursos pueden ser destinados a otra cosa. Mi prioridad es Rusia, pero también doy conferencias en otros lugares. Tengo algo que decir y no quiero quedarme quieto. Siento que el mundo está atorado sin visión estratégica, y que necesitamos encontrar un rumbo. ●

© Gestión/Entrevista de Viviana Alonso

15 de abril de 2007 MOSCÚ, Rusia (AP).- La policía detuvo a Garry Kasparov y al menos a otros 170 activistas durante las manifestaciones realizadas en la capital rusa en contra del gobierno de Vladimir Putin.

El ex campeón mundial de ajedrez, y ahora líder opositor, participó en las protestas que no fueron autorizadas por el Kremlin. Kasparov encabeza el Frente Unido Civil, una organización opositora que organizó la marcha en alianza con otros grupos integrados en el organismo denominado Otra Rusia. Un tribunal atendía su caso el sábado en la noche.

El 17 de febrero de 1996, en Filadelfia, Kasparov derrotó a la supercomputadora Deep Blue de la IBM en el sexto y final juego de una batalla de inteligencias que fue considerada la prueba más grande entre un hombre y una máquina. La raza humana había ganado por un marcador de 4-2. Kasparov había demostrado un control de estrategia mucho más allá de las aplastantes tácticas de fuerza bruta de la máquina. Deep Blue podía calcular 100 millones de posiciones por segundo, pero carecía de la sensibilidad necesaria para apoderarse de la sutileza del juego posicional, sello de la verdadera maestría. El 11 de mayo de 1997, en una escena diferente, una nueva y mejorada Deep Blue derrotó a Kasparov en la revancha por un marcador final de 3.5 - 2.5.

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