La palabra ejercicio deriva de ejército, ejercitarse implica también disciplinarse. En la antigüedad lo mejor para una república era tener muchos hombres prácticos en armas, tanto por ser hostiles o por querer vivir en paz disuadiendo a un eventual enemigo. Los antiguos querían que sus ciudadanos civiles se adiestraran en la práctica de las armas de modo que cuando se hacía la recluta para ir a la guerra, los elegidos ya fueran soldados por el valor y la instrucción militar. Luego solo restaba aprender la formación en los cuadros y saberla conservar en las marchas y en los combates. Esta costumbre se ha conservado en los países que tienen una conscripción obligatoria, en Argentina ese régimen compulsivo fue derogado hace pocos años.
Los antecedentes históricos nos permiten realizar una interpretación sobre la evolución de los deportes. Según Maquiavelo, en su libro “El arte de la guerra”, estos ejercicios tenían tres objetivos:
Endurecer el cuerpo, para aumentar la agilidad y la destreza.
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Enseñar al futuro soldado el manejo de las armas.
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Instruirle para que siempre ocupe el sitio que le corresponda, tanto en el ejército como en el combate.
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Las leyes y las costumbres establecieron estos ejercicios en los Estados antiguos, donde se practicaban en todas partes. Les enseñaban a disparar con arco, lanza y honda. De aquí derivarían tres deportes olímpicos, arquería, jabalina y lanzamiento de bala. Para cada actividad tenían un instructor militar que luego daría lugar al entrenador deportivo. Es probable que se instituyeran premios para mejorar la eficiencia y el interés de los futuros soldados.
La natación como deporte parece haber tenido relación con estos entrenamientos, ya que también era importante aprender a nadar, cosa muy útil, porque no siempre había puentes, o barcos en los ríos. Y el ejército cuyas tropas no podían cruzar un río concedía importantes ventajas tanto en el ataque como en la huída. Los romanos escogieron el campo de Marte para los ejercicios de la juventud, porque estaba muy cercano al río Tíber y cuando los agobiaba el cansancio se echaban al agua para restaurar las fuerzas y practicar la natación, que luego se transformaría en deporte olímpico. En el Japón feudal también fue muy importante la natación ya que debían defenderse de piratas filipinos que asolaban sus costas. Rápidamente se dieron cuenta que era mejor atacarlos en el mar antes que desembarcaran, cosa que hicieron en veleros específicos para la guerra. Los arqueros aprendieron a nadar con la pesada armadura puesta mientras seguían disparando sus flechas desde el agua. Lamentablemente no quedaron testimonios de sus técnicas de natación.
Un grabado de época muestra a arqueros japoneses rechazando a invasores filipinos
De la caballería de guerra derivan la carrera de caballos, el polo reemplazó la lanza o espada por el taco.
Los hombres destinados a la equitación tenían ejercicios especiales porque no solo necesitaban saber montar sino también valerse de sus armas mientras cabalgaban. En sus entrenamientos tenían bancos o caballos de madera, montaban sobre ellos de uno y otro lado sin ayuda, tanto armados como desarmados, se paraban sobre ellos y hacían todo tipo de pruebas. De aquí surgiría el banco de gimnasia atlética al que actualmente se lo denomina potro.
Los jóvenes adquirían la agilidad corriendo en competencia ( maratón ), la destreza saltando (carrera con obstáculos) , la fortaleza luchando (lucha libre) o arrancando palos clavados en tierra (antecedente del gimnasio moderno) . Las tres cualidades son necesarias para un buen soldado; la velocidad le permite adelantarse al enemigo para ocupar un punto importante, para sorprenderle y perseguirle; la destreza para esquivar los golpes del contrario o saltar una zanja o un parapeto; la fortaleza para llevar las armas y rechazar al enemigo o resistir su empuje. También la instrucción consistía en una disciplina capaz de fortalecer y templar el carácter preparándolos para ser futuros guerreros.
¿Por qué es importante comprender estos orígenes? Porque con justa razón el avance cultural intentó frenar las guerras y reprimir los impulsos hostiles para poder vivir en sociedad. Esta represión obstaculiza la liberación de la agresividad en el deportista restringiendo su rendimiento.
No se trata de liberar represiones para volver agresivo, en el sentido vulgar del término, a un jugador, sino de permitir la sublimación de sus impulsos hostiles transformándolos en inteligencia y eficiencia deportiva. En el fondo todas las neurosis tienen problemas similares con la posibilidad de transformar su hostilidad en inteligencia creativa o agresividad sana , aquello que llamamos valía.
Cuando una maestra de jardín de infantes enseña a un niño a no arrebatar un juguete de un compañerito, diciéndole que debe pedírselo prestado y en todo caso aceptar que le digan que no, probablemente no sepa que se está reproduciendo en pequeña escala un funcionamiento que en otra época de la historia era normal, arrebatar por la fuerza lo que se deseaba y que ella está intentando instalar un proceso que la humanidad no termina de instalar en su funcionamiento psíquico normal.