Un duelo de miradas
En el ajedrez la guerra psicológica forma parte del juego. Karpov y Korchnoi se enfrentaban en un campeonato mundial, Korchnoi había adoptado la nacionalidad suiza lo que aumentaba la tensión ya que los soviéticos lo consideraban un desertor . En lo deportivo se jugaba al primero que lograra 6 victorias, sin límite de partidas. Tras 27 partidas Karpov domina por un claro 5-2. A partir de ahí el más veterano Korchnoi se rehace y gana 3 de las 4 siguientes. Con empate a 5 el título sería para el primero que se anotara un triunfo, una auténtica muerte súbita. Pese a la meritoria remontada del aspirante es Karpov el que gana la 32ª partida y revalida su título de campeón mundial.
Karpov tenía el hábito de mirar fijamente a su rival lo que ya había incomodado a Korchnoi, por lo que ahora usaba lentes espejados para protegerse, Karpov se quejó aduciendo que se reflejaban las luces y esto le molestaba, los jueces se sentaron frente al tablero con los lentes y determinaron que esto no afectaba y lo permitieron. Sin embargo un ojeador profesional formaba parte de la delegación de Karpov, era el parapsicólogo Zukhar, que apostado en la primera fila e imperturbable durante todo el encuentro, colocaba los codos sobre las rodillas y poyando el mentón en los puños clavaba e inmovilizaba sus grandes y agresivos ojos sobre Korchnoi como queriendo hacerle un mal, Karpov señala en su libro que usó este método porque en un encuentro anterior vio a un inquietante espectador que lo observaba fijamente tratando de capturarle su mirada, consultó y le dijeron que era de la delegación de Korchnoi, entendió que estaban tratando de hipnotizarlo, por lo que en esta oportunidad se decidió a contratar a Zukhar. Korchnoi consulta al experto en parapsicología Jaime Bulatao que le sugiere que se juegue detrás de un vidrio espejado para que los jugadores puedan ser vistos sin ver a los espectadores. Finalmente se logra un acuerdo, no habrá espejos tipo cámara Gesell, Zukhar retrocede a los asientos asignados a la delegación soviética y Korchnoi se quita los lentes espejados.
Pero Korchnoi contraataca y la hija de la mentalista Petra Leeuwerik junto con su novio, comienzan a hostigar a Zukhar, se le sientan al lado e intentan anularlo. Luego entran en acción los americanos Dadá y Didí, pertenecientes a la secta india Ananda Marga, vestidos con largas túnicas blancas comienzan a acosar al parapsicólogo Zukhar, uno medita y el otro lo mira ojeando al ojeador, pero como tiempo atrás habían secuestrado a un diplomático indio para pedir la liberación de un jefe de su secta preso, tenían cargos legales y la delegación soviética pidió que se los retire, luego se les permitió quedarse si aseguraban no interferir con el juego, pero como no mantuvieron un perfil bajo se pidió su expulsión, los soviéticos consideran roto el acuerdo y Zukhar vuelve a la primera fila. En otro momento le llevaron a Karpov un yogurt de misterioso color violeta lo que motivó la queja de Korchnoi, podía tratarse de una sugerencia del equipo de colaboradores, finalmente se convino que el alimento y su color debían estipularse antes del encuentro, a su vez Karpov tenía la costumbre de mirar y sonreír con sorna cuando advertía un error en el movimiento de rival, semblanteaba al superyó gozador generando inseguridad al rival. Una correctísima frase en el ajedrez recomienda jugar contra el tablero y no contra el hombre, para despersonalizar el juego, la epojé que planteamos en este libro como abstracción radical de todo el entorno es indudablemente efectiva junto con la entereza psicológica del jugador son las piezas claves para que desarrollar el mejor juego posible. Finalmente Korchnoi se casó con la mentalista Petra Leeuwerik, lo que no sabemos es si se enamoró genuinamente o si lo atraparon con métodos parapsicológicos.
Los poderes de estas personas no estaban en la brujería sino en la fama y aureola de médium y en la hostilidad de sus miradas que ponía nerviosos a los ajedrecistas, ya que este como toda persona tenía un núcleo de pensamiento mágico infantil y de personalidad débil.
Otra presión que afecta notablemente a los ajedrecistas se produce cuando su oponente se para detrás de ellos observando su "análisis de la jugada". En el rival que está erguido se corporiza la presencia del ojo maligno, pero no frente a frente donde es más controlable, sino que al estar de espaldas, deja al jugador que está sentado como objeto pasivo de esa mirada que parece sentirse en la nuca. Lo miran, pero él no puede ver. El contrincante que está de pie se comporta como si pudiera leer o interferir con los pensamientos del jugador sentado que sufre y padece el letal nerviosismo.
La Trinidad y la mirada de Dios son temas frecuentes en el Cristianismo
El angustiante Dios omnividente o la literatura futurista con los panópticos que vigilan constantemente a las personas constituyen inquietantes figuras persecutorias. También los reality show han instalado un ojo capaz de invadir la intimidad de un grupo de personas que posteriormente sufren las consecuencias de semejante intromisión. El ojo equivale a lo que en sociología se llama presión social que contribuye a mantener la convivencia general y la conservación de las costumbres. Una frase no deja lugar a dudas, pueblo chico infierno grande. En los pueblos la mirada del otro es más fuerte.
El paranoico no puede dejar de encontrar este ojo maligno o superyoico en todas partes, lo espían, lo siguen, lo vigilan, lo graban, lo filman, siempre en función de una trama en su contra, una idea irreductible de perjuicio, un otro que radicalmente quiere su mal. En un libro sobre psicopatología he postulado la existencia de una neurosis a la que le di el nombre de neurosis persecutoria o interpretativa, y que toma formas clínicas similares a la paranoia pero que es perfectamente curable y que consiste en la proyección simbólica del super-yo que retorna vigilante y peyorativo desde el mundo exterior. Estas neurosis corresponden al correlato masculino (obsesivo) de las locuras histéricas, por lo general femeninas. Registran antecedentes en la psiquiatría clásica y han sido descriptas con el nombre de paranoias abortivas , delirios de persecución curables o psicosis interpretativas agudas . Llamaron la atención de los psiquiatras por el hecho que eran psicosis a las que no se podía dar la categoría de crónicas ya que un día desaparecían o se atenuaban significativamente. En cierto sentido todo neurótico se ha perseguido un poco en algunas situaciones y todo humano sufre parcialmente esta neurosis.
Un paciente internado en el Borda, emblemático hospital psiquiátrico de Argentina, era corredor y visitador de ferreterías, de pronto, comienza a encontrar las mismas caras en todos los clientes y se empieza a sentir observado, perseguido y vigilado, se le desata así un delirio persecutorio. Estas personas realmente existían, pero no eran otros que corredores como él, que por lo tanto visitaban los mismos negocios y seguramente lo mirarían porque lo reconocían o porque el paciente los miraría con insistencia. Esos colegas encarnaron, sin saberlo, al ojo maligno, este es un interesante ejemplo de sobre interpretación delirante de hechos reales que no incluye alucinaciones, con buena contención psicológica en poco tiempo volvió al trabajo. No era una psicosis crónica y había tenido una infancia de severísima educación en orfanatos que le dejó marcas imborrables para el resto de su vida, aunque pudieron ser mitigadas por el tratamiento.
Ojo de Horus, también llamado Udjat Antiguo Egipto
Cuando se juega de visitante se enfrenta un fenómeno similar a la vivencia paranoica, la tribuna contraria encarna al otro burlón y maligno (superyó) sin ninguna consideración. Esta situación genera una presión psicológica tan fuerte que jugar de local siempre se considera una importante ventaja deportiva. Al igual que el circo romano algunos partidos son una especie de "paranoia" realista. Muchos equipos que juegan la Copa Davis bajan su rendimiento cuando juegan con una tribuna decididamente en contra. Pero algunos jugadores se intimidan y otros se agrandan y aumentan su rendimiento. Otros bajan su rendimiento cuando empiezan a ser chiflados por su propia tribuna.
|
En la edad media muchos delitos, reales o supuestos, se castigaban en el cepo para que el reo pudiera sentir la vergüenza, el oprobio, la injuria, la burla y el ultraje que le propinaba el gentío, como por ejemplo el castigo físico en publico. A la mujer adultera la hacían pararse con un cartel que indicaba su condición en la puerta de la iglesia los días Domingos, donde la gente que ingresaba al templo con una actitud de constricción la miraba con profunda censura, reproche y desprecio.
Herederos de esta tendencia han sido los castigos propinados en muchos colegios de Inglaterra y del mundo. La deshonra o vergüenza pública ha constituido desde siempre uno de las condenas más utilizadas y temidas.
|
© autor : Gustavo Maure
® Todos los derechos reservados
© Copyright El rival interior
|