Sadismo y masoquismo pueden ser explicados como dos grandes destinos de la agresividad en el ser humano, orientada al exterior (sadismo) o hacia el propio yo (masoquismo), otorgándole a otro el poder absoluto sobre la persona. Muchos matrimonios recrean neuróticamente esta situación.
Ambos pueden ser organizados para un fin positivo, es decir sublimados. El sadismo como perversión se puede definir como el placer de causar dolor a otro, mientras que el masoquismo es el placer conciente o inconciente de sufrir dolor en el propio cuerpo. Las neurosis presentan rasgos encubiertos de sadismo y de masoquismo.
La agresividad comienza a organizarse desde la más temprana infancia, se puede comprobar observando al bebé cuando prueba su pequeña fuerza muscular. Toda acción sobre el medio exterior implica utilizar un monto de agresividad ya que se trata de una modificación del mundo, para esto hay que producir una ruptura de la inercia que tienen las cosas para poner algo en movimiento, como puede ser patear una pelota. Así podemos desterrar el prejuicio de que la agresión es algo malo, lo que en todo caso no tiene que estar es al servicio de la destructividad, que es algo muy diferente.
El sadismo en los dibujos animados contribuye a que los niños puedan organizar sus impulsos. Las historias recrean el esquema básico de la
cacería, predador y víctima
Los padres generalmente intentan calmar y encausar esta agresividad negativa a fines constructivos o placenteros. Pero nunca se canalizan positivamente todos los impulsos hostiles, siempre queda un resto que se reprime y bloquea reacciones que no tendrían reproche alguno, como puede ser una buena respuesta verbal. Esos montos reprimidos se vuelcan sobre el yo, puede así generarse un carácter débil por exceso de represiones. Un niño con su agresividad reprimida es tímido e incapaz de defenderse, en cambio si está liberada en su forma burda, si todo está permitido, lastima a los demás y el carácter explosivo es también débil y paga consecuencias por los desbordes. En los colegios conocen muy bien estos dos extremos perjudiciales para el desarrollo psíquico. La salida es su transformación en inteligencia, valía o sublimación positiva.
La agresividad es heredera de la pulsión Thanática, su temprana organización psíquica es complicada, al comienzo está toda en el interior del cuerpo, el bebé es un puro ello y Freud llama a este estado masoquismo primario, luego comienza a salir al exterior como pulsión destructiva y sufre las peripecias de la educación. La pulsión carga o inerva a la musculatura y a la dentición, luego se encausa a operaciones sobre el mundo exterior. La forma de organización perdurable a lo largo de la vida es el fantasma, que es como un guión de teatro inconciente que se graba en el psiquismo del niño. Tendemos entonces a repetir la misma obra a lo largo de la vida y ocupamos el lugar de uno o más personajes. Generalmente intentamos cambios pero la esencia de la repetición es siempre la misma. De los personajes principales del fantasma, uno es sádico y el otro masoquista, de modo sutil o evidente ocupamos uno u otro lugar, en la vida, en el trabajo, en el amor, en la sexualidad y en los deportes.
Una expresión del sadismo sublimado ¡Piu Avanti!
¡Piu Avanti!
Si te postran diez veces, te levantas
Otras diez, otras cien, otras quinientas:
No han de ser tus caídas tan violentas
Ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
No te des por vencido, ni aún vencido,
No te sientas esclavo, ni aún esclavo
Trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido,
Que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;
No la cobarde intrepidez del pavo,
Que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como un Dios, que nunca llora,
O como Lucifer, que nunca reza,
O como el robledal, cuya grandeza
Necesita del agua y no la implora...
¡Que muerda y vocifere vengadora,
Ya rodando en el polvo tu cabeza.
Almafuerte
Pedro Bonifacio Palacios
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Imagen Romain Grisius
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Definimos psicológicamente al fantasma como un guión escénico imaginario que implica a uno o varios personajes, que pone en escena de manera más o menos disfrazada un deseo (1) y donde el sujeto se representa en uno u otro lugar. En un comienzo Thánatos y Eros se presentan en una primitiva oposición sadomasoquista a las que el fantasma les brinda una trama simbólica, un argumento, un libreto de representación. El fantasma es a su vez efecto del deseo arcaico inconciente y matriz de los deseos actuales. Nuestros deseos y la potencia de los mismos, se organizan a partir de estas tempranas fijaciones pulsionales. ¿Cómo nos damos cuenta de nuestro fantasma? Tomamos noticia de él a través de las ensoñaciones diurnas, sueños, pesadillas y fantasías eróticas.
Mi experiencia en atención de casos de violencia familiar me ha demostrado que algunos hombres muy agresivos en su hogar demostraban impotencia y pasividad en sus relaciones de trabajo. La impotencia genera reacciones agresivas desproporcionadas e inoperantes sobre el nudo del conflicto. Oscilaban entre la identificación al superyó sádico frente a la debilidad de sus seres queridos y al yo masoquista ante la dura explotación laboral. Una situación que recuerdo fue una actitud espontánea de una joven paciente que grabó al padre en una situación habitual donde se mezclaban el alcohol y la violencia verbal sobre la asustada y paralizada madre. El día Domingo, ya repuesto el padre y disponiéndose a almorzar en familia escuchó la grabación con su agresividad sádica y superyoica descargada sobre su mujer e hija. Quedó profundamente impresionado, trabajé posteriormente con él ayudándole a sublimar su agresividad en sus tareas laborales en la que pronto demostró independencia de criterio y se desligó del rígido sistema laboral en el que era explotado por sus patrones. El alcohol estaba al servicio del masoquismo laboral y del sadismo familiar, los nuevos rumbos que comenzaba a explorar exigían absoluta sobriedad.
Otros significativos casos de alternancia de roles sado masoquistas lo encontramos en la historia de pueblos o religiones, por ejemplo los primeros cristianos fueron inmolados en el circo romano, luego la iglesia fue tomando poder hasta desembocar en la inquisición donde se comportó de la misma forma que los antiguos romanos, en lo esencial no existe diferencia entre el circo y la quema de brujas, luego se reservó la idea para el infierno donde se realizarían las mismas torturas medievales. Algunos excesos de represión del estado de Israel contra los palestinos también nos mueven a reflexión. En lo individual encontramos padres que fueron criados cruelmente y forzados a ocupar una posición masoquista, posteriormente devinieron en despiadados educadores de sus hijos, ocupando una posición sádica. Hicieron activamente lo que sufrieron pasivamente.
El deporte favorece una salida lúdica y sublimada; el desempeño en la competencia pone a prueba este fantasma (fijación libidinal) constituido por un temprano pero perdurable anclaje en la vida del sujeto de las siguientes oposiciones psíquicas:
sujeto |
objeto |
activo |
pasivo |
dominador |
dominado |
Sadismo y masoquismo, bajo la forma de dominación y sometimiento
resaltan con absoluta nitidez en la lucha greco romana o libre, pero se despliegan con mayor o menor grado de simbolismo en todo el conjunto de los deportes
Los lugares se intercambian durante el partido o predominan en un jugador sobre el otro. En esencia el deporte es una forma placentera de poner en juego nuestros fantasmas recreando la lucha sadismo - masoquismo, dominador - dominado, masculino - femenino. Esto es tan válido para el que lo practica como para el que lo contempla, ya que el espectador se identifica a una de las partes y recrea esta batalla en parte erótica, en parte agresiva. Eros aporta el carácter lúdico del juego. Estas tempranas fijaciones pulsiones juegan un rol decisivo a la hora de proveer fuerza anímica para sostener y sobrellevar los momentos cruciales del encuentro o para claudicar anticipadamente. Lo esencial es que el deportista depende de estas fijaciones infantiles para constituir su personalidad aguerrida o vacilante.
El fantasma se puede descubrir bajo la forma de una fantasía inconciente que puede ser conciente si no media la represión, por ejemplo sale a la luz en las fantasías eróticas o particularmente en las pesadillas. En estas el soñante está bloqueado o impedido de moverse o defenderse mientras lo amenaza un importante peligro exterior. Es la máxima posición de objeto. Estos sueños de angustia sacan a la luz al fantasma, luego la censura onírica las hace olvidar y el sujeto se comporta como si no existieran estas tendencias. Pero en una final decisiva el brazo del tenista se agarrota reapareciendo la pesadilla en el momento menos indicado.
El superyó es la internalización de los padres, maestros y entrenadores convirtiéndose en una instancia crítica (o figura parental) que operará desde adentro del psiquismo. Si Thánatos no está bien sublimado el superyó puede ser extraordinariamente exigente, severo y cruel con el yo, por eso Freud lo denominaba cultivo puro de pulsión de muerte. Se configura así una tendencia de identificarse al superyó sádico (crítico, mortificante o hiriente) o al objeto masoquista perdedor. En los autoreproches actúan ambos componentes psíquicos, el sujeto se desdobla en crítico y criticado simultáneamente. Del superyó depende la moral y siempre nos llamó la atención que todos los grandes líderes de los ejércitos hablaran de la moral de la tropa como equivalente del estado de ánimo triunfador. Interpretamos que el espíritu del guerrero se originaba en la sublimación del superyó.
Concluimos que la sublimación positiva del sadismo es esencial para una destacada actividad deportiva, para ejercer una especialidad médica como la cirugía o para defender cualquier proyecto que aspire a ser exitoso. |
Este masoquismo erógeno e inconciente está presente en todas las neurosis. Toda persona que tenga un superyó estricto y desamorado tiene un complemento necesario de masoquismo en el yo. Una mínima parte que se active en el deportista alcanza para desmantelar la capacidad sádica sublimada que es esencial para alcanzar la victoria y es una las manifestaciones más importantes del Rival Interior.
Una expresiva poesía de Pedro Palacios, a quien no por nada llamaban Almafuerte, capta con mucha claridad la posibilidad de transformar el sadismo en valía y el miedo en valor.