"Lo que no me mata
me fortalece"
F.
Nietzsche |
El ser humano puede verse enfrentado a diferentes situaciones extremas como naufragios, accidentes aéreos, ambientes inhóspitos, guerra, enfermedades muy graves, campos de prisioneros, cárceles, muertes inesperadas de familiares, derrumbes, etc., en estas condiciones, algunas personas logran desarrollar actitudes mentales excepcionales que les permitieron sobrevivir, estas reacciones psicológicas constituyen una excelente fuente de investigación para discernir la mejor condición anímica del deportista en situaciones críticas del juego o directamente en el caso de supervivencia para los deportes de riesgo.
En principio entendemos que ante las duras exigencias que puede presentar la realidad suceden dos cosas: o la neurosis habitual se vuelve más intensa y se puede entrar en estados de pánico o inhibición; o bien la neurosis desaparece y el sujeto se vuelve muy eficiente para operar con su entorno.
En lo grupal sucede lo siguiente; o bien se acrecientan los lazos positivos y las personas se vuelven más solidarias y se convierten en amigos hermanos, o bien se generan fuertes antagonismos y tensiones que terminan con enemistades profundas.
Théodore Géricault “La balsa de la Medusa”
En 1819 Géricault presenta su famosa obra, La Balsa de la Medusa, Museo del Louvre, de grandes dimensiones y de expresión sobrecogedora. Este acontecimiento había conmocionado a la opinión pública de aquella época. Géricault quedó estremecido por el drama de los 149 náufragos de la fragata "La Medusa", perdidos durante doce días cerca de las costas de Senegal. No había suficientes botes salvavidas. Con los restos del barco algunos náufragos lograron construir una balsa.
El cuadro relata la desesperación que se apoderó de los quince sobrevivientes el 17 de julio de 1816, cuando se aleja el "Argus", el barco que, finalmente, les salvará. Por primera vez un artista trata a esta escala un tema moderno tomado de la crónica de sucesos. Lo trágico del tema, ante el cual responde con colorido, y el realismo macabro de los moribundos, hacen que esta gran página épica, muy controvertida en el Salón de 1819, sea uno de los primeros manifiestos del romanticismo.
El naufragio de La Medusa, obsesionó al artista, y le permitió expresar el tenso conflicto que existe entre el hombre y la naturaleza. Consciente, como casi toda la sociedad de su época, de que la tragedia se había producido por un conjunto de errores cometidos por las autoridades, colabora en las protestas políticas y se decide a pintar un cuadro-denuncia, en una línea que luego retomaría Picasso con el Guernica. La incompetencia y negligencia del capitán produjo un escándalo político, pues éste debía el nombramiento a su apoyo a la monarquía. Géricault entrevista a los supervivientes, lee los hechos en los periódicos, e incluso pinta los cuerpos de criminales guillotinados en un intento por lograr mayor veracidad. Encarga una maqueta igual que la balsa utilizada y visita los hospitales para dibujar los gestos de los moribundos.
Los errores cometidos los comentaremos en otro capítulo sobre la compulsión al accidente y a su derivado, la tendencia inconciente al fracaso. De estos episodios rescatamos las conductas que desarrollaron algunas personas en situaciones de supervivencia crítica. Encontramos aquí un interesante patrón de reacciones aptas para ser desarrolladas en situaciones donde se haga necesario actuar en situación de debilidad, en oposición al estado de aturdimiento y pasividad en que pueden quedar los jugadores cuando enfrentan a un rival de fuerzas superiores.
"Quien tiene un porque para vivir,
casi siempre encuentra el como"
Nietzsche |
Psicológicamente encontramos un mecanismo de defensa importante en muchos sobrevivientes, este esta constituido por un desdoblamiento del yo que podríamos llamar disociación instrumental, una parte del yo está en el suceso o campo de juego, pero por otra parte se observa desde afuera de la escena al modo de un espectador no involucrado, poniéndose como sujeto y objeto de su análisis. De esta forma se adquiere una mejor perspectiva de los diferentes movimientos que la situación requiere. El sujeto, dividido instrumentalmente, se toma a sí mismo como una pieza de ajedrez a la que hace hacer diferentes movimientos. En casos extremos lo encontramos como si directamente mirara desde afuera, como si estuviera viendo una película, en casos de accidente algunos sobrevivientes relatan que veían desde arriba como los ayudaban los bomberos o como los metían en una ambulancia. El buen jugador de fútbol está en la jugada pero simultáneamente tiene en la mente la cancha como si viera desde la tribuna, captando los movimientos de sus compañeros y rivales.
Este mecanismo instala una perspectiva que facilita la desdramatización de la situación. Mantener la posición de sujeto exterior a la tragedia nos permite un mejor diagnóstico y respuesta a los problemas, también permite tomar decisiones correctas o elaborar una táctica adecuada. Esta desdramatización es en esencia lo que hemos llamado indiferencia instrumental. Esta indiferencia permite filtrar la realidad, de la misma forma en que usamos lentes de sol para atemperar la intensa luz solar, cuando la intensidad de los estímulos traumáticos desbordan al yo hay que filtrarlos para ver mejor la realidad y actuar en consecuencia, si no puede entrarse en estado de pánico (inhibición) o desesperación (actuaciones insensatas o disparatadas). El equilibrio es la base de un piloto de tormentas,
Un ejemplo muy interesante de este desdoblamiento puede encontrarse en el libro El guerrero aplicado de Jean Paulhan, donde este escritor relata su experiencia como combatiente en la primera guerra mundial; el joven y nuevo soldado observa y aprende como un alumno aplicado a hacer las cosas bien en un contexto donde el error cuesta la vida, pero aún siendo un guerrero aplicado el azar cobra arbitrariamente sus víctimas. Paulhan logra hacer las cosas bien y logra sobrevivir hasta que es herido y vuelve del frente. Va relatando la experiencia sin dramatismos, por ejemplo dice: Uno no muere para todos en el mismo día, las cartas seguían llegando para los que ya no estaban. No hay tremendismos ni desbordes, el guerrero simplemente hace, Lacan llamó a este estado de esta forma “En cuanto al efecto de ser, donde mejor se palpa es en Jean Paulhan. El guerrero aplicado es la destitución subjetiva en su salubridad.” Lo pensamos de esta forma: El sujeto deja de ser, se trata como si no fuera él mismo, se pone como objeto de si mismo, y por lo tanto sobrevive, pero hay que tener en cuenta que esta misma forma de destitución subjetiva podría hacerse con un fin destructivo como exponerse demasiado y suicidarse en el frente, estas dos variantes dependen de que pulsión predomine en el sujeto, la de vida (salubridad) o la de muerte (enfermedad).
© Gustavo Maure
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