La experiencia final para el hombre que vuelve del campo de concentración es la maravillosa sensación de que, después de todo lo que ha sufrido, ya no hay nada a lo que tenga que temer, excepto a su Dios.
Viktor Frankl |
En el campo de concentración
Si alguien dudara todavía de la existencia de la pulsión de muerte en el ser humano bastaría reflexionar sobre el delirio nazi, el exterminio de nativos en América, o la masacre de los armenios a manos de los turcos, Viktor Frankl, médico psiquiatra y psicoanalista, creador de la logoterapia, relata su experiencia como prisionero de Auschwitz en el libro El hombre en busca de sentido. Distingue tres fases en las reacciones mentales de los internados en un campo de concentración:
• la que sigue a su confinamiento, que llama fase de Shock |
• la de la auténtica vida en el campo, Apatía Relativa o de una especie de muerte emocional |
• la de su liberación, descreimiento hacia la realidad, desahogo y desilusión. |
Existe un estado de ánimo que se llama la ilusión del indulto, según el cual el condenado a muerte, en el instante anterior a su ejecución, concibe la ilusión de que le indultarán en el último segundo. Los recién llegados al campo se aferran a algo parecido, a los mejor no es tan terrible. En la primera fase el yo no deja de salir de su asombro, los primeros impulsos son echarse con el alambrado electrificado, luego ante tanto horror se pierde el miedo a la muerte ya que la posibilidad de un fin inminente reemplaza a la idea del suicidio, total llegará de todos modos.
La segunda fase se caracterizaba por los siguientes síntomas: La apatía, el adormecimiento de las emociones y el sentimiento de que a uno no le importaría ya nunca nada. Gracias a esta insensibilidad, nos dice Frankl, el prisionero se rodeaba de un caparazón protector muy necesario. ...La apatía es un necesario mecanismo de autodefensa. Esta forma de defensa nos lleva directamente a nuestro planteo de la ataraxia como capa protectora de los estímulos negativos del mundo exterior, fue realmente muy importante descubrir esta confirmación casi con las mismas palabras de una forma de defensa que permite adquirir la mejor eficiencia en nuestras respuestas a un medio hostil. Aunque aquí deberemos hacer una diferenciación, en el campo de concentración las respuestas que puede dar el sujeto son sumamente limitadas dada la arbitrariedad de los carceleros, el mecanismo descripto implica la cancelación de toda reacción agresiva, lo mismo que la situación que atravesaban los esclavos, el que se rebela muere, el mecanismo psicológico de apatía es extremo al punto de ser asimilado al de muerte emocional, pero dentro del deporte funciona como regulador afectivo llevando el sistema de reacción a la temperatura óptima según exige cada deporte y cada deportista.
Frankl descubre algo muy similar a Bombard, los libros dicen que un hombre no puede vivir si no duerme, si no recibe determinados alimentos mínimos, etc. en la realidad se vive mucho más, pero además si uno tiene el convencimiento interior que va a vivir se vive más, si uno tiene el convencimiento de la imposibilidad de vivir, esta idea se transforma en una profecía de auto cumplimiento.
Frankl comprueba que una experiencia límite como la que vivió o bien saca lo más noble del ser humano o en cambio potencia sus instintos más bajos y egoístas, reflexiona sobre el sadismo de los carceleros y no generaliza, encuentra hombres decentes e indecentes en ambos bandos. En mi criterio los impulsos sádicos no han desaparecido en el ser humano, y pueden reaparecer en situaciones de impunidad, esto sin quitar la responsabilidad que cada persona tiene sobres sus actos, aunque estén avalados por el poder dominante.
© Gustavo Maure
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