Espartaco, fue el protagonista de una de las más celebres sublevaciones de esclavos contra la antigua República en suelo romano. Esta rebelión, ocurrida entre el 73 a.c. y el 71 a.C. También es conocida como la III Guerra Servil, Guerra de los Esclavos o Guerra de los Gladiadores; desde Aníbal nadie se había enfrentado a la todopoderosa Roma en suelo italiano. Con la diferencia que Aníbal contó con Cartago e Hispania, además de un ejército propio, mientras que Espartaco empezó su lucha con las manos vacías, era un esclavo, un prisionero condenado a muerte.
De Espartaco se tienen pocas referencias y muy fragmentadas. Todas las fuentes coinciden en describirlo como un hombre inteligente, culto y justo. Apiano y Floro, historiadores romanos, coinciden en situar su nacimiento en Tracia (los Balcanes) hacia el 113 a.C. donde al parecer podría descender de la dinastía espartácidas, un linaje gobernante de aquellos territorios sometidos por Roma, aunque empezó su vida adulta como pastor.
Durante un tiempo sirvió como soldado, en el cuerpo de los Auxilia, soldados no romanos con armamento ligero que luchaban junto a las legiones. Tras abandonar el ejército, según el historiador Floro, desertó y se dedicó al bandidaje. Fue detenido y enviado a trabajos forzados a unas canteras de yeso, donde gracias a su gran fuerza, fue comprado por un mercader, para la escuela de gladiadores de Capua de Léntulo Batiato (o posiblemente Léntulo Vatia), situada en el sur de la Italia central, donde aceptó convertirse en gladiador.
En la escuela de Léntulo Batiato, se entrenaba a los gladiadores en el brutal arte de sobrevivir a costa de la vida de sus rivales. Según Plutarco, que describió las condiciones de ésta escuela un siglo más tarde, decía que las condiciones eran especialmente duras, y se mantenía a los gladiadores en un estrecho confinamiento.
En el año 73 a.C., con 40 años recién cumplidos, planeó un motín con otros gladiadores, unos 200 en total. No se sabe cómo, pero se descubrió el motín, y se vieron obligados a escapar, menos de la mitad de los hombres, unos setenta compañeros, dirigidos por Espartaco, Criso y Enomao. Huyendo de la ciudad, en el camino hacia la zona más agreste de la región, se tropezaron con un convoy que transportaba armas de gladiadores de las cuales se apoderaron.
Se establecieron en el Vesubio, donde empezaron a llevar acciones de pillaje contra las localidades más cercanas, el eco de sus correrías se difundió rápido.
Espartaco estableció un reparto equitativo de los botines conseguidos entre todos sus hombres, lo que atrajo a gran número de seguidores formado por esclavos escapados de las fincas cercanas y campesinos sin tierras, aunque la mayoría de estos nuevos reclutas, no eran Vernae, como se denominaba a los nacidos en cautividad, sino soldados capturados en las muchas guerras libradas por Roma y convertidos en esclavos.
Pronto se convirtieron en una molestia suficientemente importante y fue enviada una unidad de 3000 soldados al mando del aristócrata Apio Claudio Pulcer para detenerlos.
Claudio Pulcer, menospreciando las posibles habilidades tácticas de los esclavos, estableció su campamento a pie del Vesubio, junto al único camino que descendía del volcán sin establecer ninguna valla de protección en una de las caras del Vesubio por considérala inaccesible. Espartaco y sus hombres descendieron por la parte más escarpada del volcán, atados con cuerdas hechas con cepa de una vid silvestre, atacando el campamento romano por sorpresa y causándoles numerosas bajas, obligando a los supervivientes a huir. La victoria permitió a los rebeldes equiparse con material militar romano.
Pronto se unirían a ellos en un continuo goteo, esclavos huidos que preferían una vida de fugitivos a la cautividad entre los romanos. Sin nadie que se enfrentara a ellos, los hombres de Espartaco, Criso y Enomao, organizados en columnas separadas, se dedicaron a saquear toda la campiña del sur de Italia. Las ciudades de Cora, Nuceria y Nola entre otras, fueron saqueadas.
Dos legiones al mando del Pretor Varinio, tomadas de la frontera norte de Italia, partieron para frenar esta revuelta. Varinio trató de cercar a Espartaco con una hábil maniobra de tenaza, pero éste, aprovechó la división de las legiones para derrotar primero a los dos ayudantes del Pretor y luego al mismo Varinio derrotándolo y llegando al punto de capturar a los Lictores del Pretor y a su propio caballo, haciendo que éste tuviera que huir a pie.
Esta gran derrota hizo que la rebelión de los esclavos se extendiera por todo el sur de Italia, donde muchas ciudades fueron saqueadas por los insurrectos que llegaron a alcanzar la cifra de 70.000 hombres. Espartaco consciente que no podrían vencer un una larga guerra contra Roma, se dirigió hacia el sur para pasar el invierno, y sometió casi por completo las regiones de Lucania y Bruttium. Pasó el invierno organizando a los insurrectos en un ejército regular disciplinado, buscó activamente herreros que pudieran construir armas y armaduras para sus nuevos reclutas y organizó una caballería con el propósito de poder hacer frente a las legiones romanas y cruzar Italia por los Alpes para poder escapar junto a sus hombres a territorios no conquistados por los romanos.
Roma al ser informada de la derrota de Varinio, se dio cuenta del peligro y mandó contra los esclavos a las legiones de los dos cónsules, Léntulo y Gelio.
Criso y 20.000 hombres compuestos de galos y germanos, tras divergencias con los demás insurrectos, puede que fomentadas por conflictos étnicos o quizás por un cisma por el liderazgo, se separaron del ejército de Espartaco y actuaron de forma independiente. Esta parte de los rebeldes fue interceptada y aniquilada, incluido el mismo Criso, en el monte Gorgano, en Apulia, por el Pretor Q. Arrio, ayudante del cónsul Gelio.
Esto no hizo debilitar al ejército principal de Espartaco que con unas grandes maniobras inflingió varias derrotas a Léntulo, Gelio y Arrio y continuó su avance hacia el norte.
Según iba avanzando sus tropas continuaban fortaleciéndose con esclavos escapados por todas partes de Italia, llegando hasta un número total de 120.000 hombres según Apiano.
Apiano y Orosio cuentan que en memoria de Criso y de los caídos en las últimas batallas, Espartaco organizó unos juegos de gladiadores, obligando a prisioneros romanos a enfrentarse como gladiadores entre sí. “Justo como si deseara borrar toda su deshonra pasada convirtiéndose, en lugar de en gladiador, en patrocinador de espectáculos de gladiadores” señala Floro. Este trato dado a los soldados deshonró a todo el estado romano.
El gobernador de la provincia de la Galia Cisalpina, el Procónsul Casio Longino, viendo que el ejército rebelde derrotaba a las legiones establecidas en Italia, reunió a todas sus fuerzas y esperó a Espartaco en Módena. Casio Longino, que se había establecido en el valle del Po, fue derrotado por los esclavos rebeldes, tras lo cual Espartaco y su ejército ya podía huir por los Alpes sin encontrar resistencia, pero en vez de cumplir con el plan trazado decidieron regresar hacia el sur. Se cree que esta decisión fue tomada en contra de la voluntad de Espartaco por su ejército, que entusiasmados por las grandes victorias conseguidas querían culminar su venganza tomando la ciudad de Roma.
En Roma, la población dudaba de que los cónsules pudieran derrotar a Espartaco, que ya disfrutaba de su tercer año de libertad, nadie quería asumir el trabajo hasta que se postuló para el mismo uno de los hombre más ricos de Roma, Marco Licinio Craso. Nombrado Pretor, se dispuso a armar un ejército para derrotar a los esclavos rebeldes. Reunió dos legiones, y añadió otras seis por medio de reclutamientos forzosos y voluntarios. Estas legiones estaban muy desmoralizadas por las grandes victorias conseguidas por los insurrectos.
Mummio, legado de Craso, desobedeciendo las órdenes dadas por éste, de rodear al ejército de Espartaco, decidió atacar directamente, siendo derrotado, hecho que hizo cundir el pánico entre los legionarios, muchos de los cuales huyeron arrojando sus armas. Craso para reestablecer la disciplina condenó a muerte a uno de cada diez soldados desertores, medida que no era usada desde hacía mucho tiempo, pero que fue efectiva pues nadie osó violar las órdenes de Craso.
Mientras, Espartaco se replegó hacia el sur, estableciéndose en Thurri, allí se vio asediado por mercaderes y agentes de acaudalados italianos que pretendían rescatar los bienes que les habían sido saqueados. Con la intención de escapar de Italia, Espartaco dirigió a su ejército hacia el sur, llegando hasta Reggio, en la punta de la bota de Italia, en el mar Tirreno, donde llegó a un acuerdo con los piratas de Cilicia, aliados del rey Mitrídates del Ponto, para que le proporcionaran una flota para transportarlos a Sicilia donde podría encontrar a más seguidores y convertir la isla en una fortaleza inexpugnable.
A través de Verres, gobernador de Sicilia, los romanos sobornaron a los piratas que traicionaron a Espartaco, dejándolo varado en Reggio. Craso aprovechó esta traición para encerrar en el extremo de la península Itálica al ejército de esclavos, construyendo un foso y una valla fortificada de 60 km. que llegaba de mar a mar.
Tras varios intentos fallidos que se saldaron con la pérdida de 12.000 hombres, Espartaco y su ejército, aprovechando una noche tormentosa, lanzaron haces de estacas dentro de las trincheras romanas, y treparon por encima de las murallas con la ayuda de escaleras improvisadas con las estacas. En pocos días llegó la noticia a Roma, Espartaco había roto el cerco y regresaba a Lucania, situada en la parte norte del golfo de Tarento.
Tras esta nueva victoria de Espartaco, Roma mandó llamar a Cneo Pompeyo que estaba en Hispania reprimiendo la revuelta de Sartorio y a Licino Lúculo, lugarteniente de Macedonia para crear un cerco entorno a los esclavos desde tres puntos, desde el noroeste Pompeyo, del suroeste, Craso, y del este desde Brindisi a Lúculo, sumando 20 legiones entre los tres, cerca de 120.000 hombres.
Nuevas divergencias entre los esclavos, de nuevo galos y germanos al mando de Casto y Gáunico, separaron a 30.000 hombres del ejército principal de Espartaco, compuesto ahora por 80.000 hombres. Los disidentes fueron derrotados por Craso, cerca de la ciudad meridional de Crotona.
La moral de los romanos ahora mucho más alta tras esta derrota inflingida a los esclavos, volvió a decaer tras la victoria de Espartaco al derrotar a Quinto Tremelio Scrofa, a quien Craso había enviado al norte con un gran ejército para evitar que los esclavos escaparan en aquella dirección.
La intención de Espartaco era dirigirse hacia Brindisi e intentar cruzar el Adriático para dirigirse a Grecia o Iliria, pero el ejército de Lúculo ya se encontraba en la ciudad de Brindisi, con lo que retrocedió para enfrentarse a Craso y Pompeyo.
Craso consiguió atraerlo a una batalla abierta en Apulia. Espartaco, que no estaba tan deseoso de batalla como su ejército, envió mensajeros a Craso para buscar una salida negociada. Estos movimientos fueron rechazados con desdén; Roma no negociaba con esclavos.
Al comienzo de la batalla, Espartaco, mandó traer a su caballo y, delante de su ejército le dio muerte de manera muy dramática. Si todo iba bien, les dijo a sus hombres, tendrían muchos caballos y si iba mal, ya no necesitaría el caballo. Con este gesto demostraba a sus hombres que no huiría a lomos de su caballo. Triunfaría o moriría en compañía de sus soldados.
Decidió combatir a pie junto a todos los demás, pero el ejército de esclavos fue aniquilado por unas legiones mucho más experimentadas gracias a las campañas de Hispania. Espartaco en un esfuerzo por cambiar el sentido de la marea, se lanzó en persona hacia Craso mientras combatía como un poseso.
“Y así, dirigiéndose directamente hacia el propio Craso por entre las armas y los heridos, acabó por perderlo de vista, matando no obstante a dos centuriones que le atacaron a la vez. Al final, cuando todos los hombres que había a su alrededor ya habían caído, también él encontró su final.” Plutarco, vida de Craso, 11
60.000 esclavos, entre ellos Espartaco, perdieron la vida en la batalla, contra los 1.000 que solo perdieron los romanos. Algunos de los esclavos pudieron huir y parte se unió a los piratas de Silicia.
5.000 de ellos trataron de huir de Italia por los Alpes, como era la primera intención de Espartaco, pero fueron destruidos por Pompeyo. 6.000 de los esclavos fueron capturados y crucificados a lo largo de la Vía Appia entre Capua y Roma a modo de lección.
Craso, vencedor de Espartaco, dijo de éste: “cuando luchaba con sus propios brazos, era así, una furia, una cólera…”
Varinia, mujer de Espartaco y su hijo, fueron capturados por Craso, que decidió liberarla y enviarla a la Galia Transalpina, con una gran suma de dinero.
Tras su muerte, Espartaco se convirtió en un símbolo de la lucha por la libertad, aunque nunca combatió la esclavitud como tal. Fue un gran guerrero y un líder carismático.