La anticipación del otro
La aprehensión inmutable
El maestro de la espada, Takuan, en una antigua carta titulada La aprehensión inmutable aborda diferentes períodos del aprendizaje del discípulo. Le escribe a otro maestro y enuncia diferentes relaciones entre el zen y el arte del combate con espada. Presentamos a continuación un comentario sobre esta carta.
El primer paso en la enseñanza es una especie de inseguridad ante la conciencia de su vulnerabilidad. Y para esto, asegura Takuan, no existe otro remedio que la ejercitación incansable.
El segundo es la pérdida del miedo a la muerte, paso muy importante, de razón necesaria pero no suficiente para explicar el obstáculo en el aprendizaje, el discípulo entra en una meseta y no puede seguir avanzando.
El maestro Takuan asegura que el problema es que no puede abstenerse de seguir observando a su oponente. Dejar de observar a su oponente no quiere decir perderlo de vista, ahora que no lo observa lo capta íntimamente . Es la diferencia entre percepción y aprehensión.
Ver y presentir forman parte de una misma acción. Debe abstenerse de observar a su contrincante, pero le vigilará secretamente y en realidad estará más vinculado a él que nunca. Además los oponentes pueden ser varios guerreros ubicados fuera de su campo visual. Los grandes devolvedores, como Agassi, anticipan la dirección de un saque que recorrerá 24 metros a más de 200 kilómetros por hora. Un buen jugador de fútbol percibe simultáneamente a sus rivales, incluso a los que se encuentran a sus espaldas. Los buenos pases de jugadores como Pelé o Maradona descolocaban a sus adversarios justamente porque no solo los percibían sino que mentalmente anticipaban sus movimientos y cada pase o gambeta creaban una nueva dimensión de juego. Esto lo hacen todos, pero los buenos lo hacen mucho más.
En el ajedrez no solo cuenta el movimiento, sino básicamente el movimiento que puede hacer el otro, una de las diferencias entre los grandes maestros y los jugadores avanzados es la cantidad de jugadas que pueden anticipar de su oponente. El lunfardo nos brinda la hermosa metáfora de madrugar al otro. Pero aquí ya estamos en la cumbre de la anticipación que es pensar lo que el otro no piensa. Podríamos enunciar el tandem de rapidez mental: Percibir, Anticipar y Pensar (Inteligencia inconciente). Llamamos otro con minúsculas al semejante, al oponente con que nos encontramos enfrentados. El jugador ha aprendido a escindir su yo, a dividirse mentalmente en dos, yo, en parte es él y en parte está identificado al rival, anticipándose así a sus movimientos y estrategias. Por último, casi sin darse cuenta, también se observa a sí y al otro contendiente como si observara la escena desde afuera captando el contexto general. El psiquismo es capaz de esta triple escisión y mucho más.
Takuan señala otro paso que le falta al discípulo, y es que reflexiona en lugar de dejarse llevar por el “obrar del corazón”. Procediendo así, dice Takuan, pierde la presencia del corazón y el decisivo golpe de siempre llega tarde, por lo cual no puede volver la espada del adversario contra quien la empuña. Ya desprendido de su oponente debe desprenderse de sí, dejar que ello actúe, debe desasirse de toda decisión, reflexión, intención o aprovechamiento conciente de su destreza para no inhibir el actuar del corazón. (Retomaremos esta idea en el capítulo sobre fluidez)
Pensar y actuar forman una sola e indivisible unidad de tiempo y espacio. Para esto todo entrenamieno es poco.
El carácter inmutable que toma la aprehensión es la esencia de esta actitud y es equivalente a la indiferencia instrumental y a la ataraxia.
© Gustavo Maure